Desde lejos escucho en aquel barrio
un piano sincopado, casi eterno,
acariciado por Ellington, el sabio,
que me hace retozar en el infierno…
Yo era un pibe nomás, de trece años
y paladeaba el jazz y su donaire…
la gente grande me observaba como extraño
en el antiguo Hot Club de Buenos Aires.
Y me eduqué, junto con mis oídos
en el deleite del ritmo y la armonía
descartando los molestos ruidos
y haciendo del buen gusto, una manía.
Y pasaron los años y las guerras
el Amor se acrecentó, y el matrimonio
me regaló felicidad a manos llenas…
por eso grito así mi testimonio.
Qué más puedo pedir, al acostarme
disfrutando tantas noches en vela
que elaborar en mi cabeza delirante
mis fantasías en negro y en canela..!