Las mesas del boliche, ya vacías
madurando las sombras, embriagadas
de aquel amanecer, las penas mías
con el alma aterida, acurrucada
Obscuro piano en un rincón, dormía
sus melodías silentes, ya pasadas…
sucios espejos, que solo devolvían
al que miraba sin mirar, la nada
Un viejo cenicero despedía
larga estela de humo, al cielorraso,
de huérfana colilla consumida,
con la triste ceniza en su regazo
Observé pensativo el negro fondo
de mi pocillo, y apesadumbrado
recordé tiempos que calaron hondo
y en el presente parecen olvidados…
Salí a la calle, canturreando un tango
y con la mano saludé despacio
al mozo y al Café, de tanto Rango…
prometiendo volver…de vez en cuando
madurando las sombras, embriagadas
de aquel amanecer, las penas mías
con el alma aterida, acurrucada
Obscuro piano en un rincón, dormía
sus melodías silentes, ya pasadas…
sucios espejos, que solo devolvían
al que miraba sin mirar, la nada
Un viejo cenicero despedía
larga estela de humo, al cielorraso,
de huérfana colilla consumida,
con la triste ceniza en su regazo
Observé pensativo el negro fondo
de mi pocillo, y apesadumbrado
recordé tiempos que calaron hondo
y en el presente parecen olvidados…
Salí a la calle, canturreando un tango
y con la mano saludé despacio
al mozo y al Café, de tanto Rango…
prometiendo volver…de vez en cuando
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