Reclinándose el funyi a lo malevo
canyengue caminaba el compadrito…
y se notaba en la jeta, un poquitito
el efecto del licor de una yatebo.
Qué pena y qué dolor tendría el taura
que nunca había arrugado en su infinito
pateando sus problemas, de taquito,
pero ahora, lagrimeaba como un maula.
Dentró en el kiosco, frente al cementerio
a comprar unas flores, qué inaudito…
luego salió, apretando aquel ramito
y encaró pa’ su esquina, triste y serio.
Llegado al rioba, saludó a los atorrantes
que lo palmiaban, le tocaban la mejilla
y en silencio le ponían una silla…
y endemientras le hacían el aguante.
El misho se sentó, miró al matungo…
y suavemente acomodó las flores,
resumiendo así todos sus amores
al que pateara con él, por este mundo.
Y luego apareció, del Municipio
el carro gris, para la última morada
vistiendo también gris, a la barriada,
y en la llovizna se alejaba por el ripio…
canyengue caminaba el compadrito…
y se notaba en la jeta, un poquitito
el efecto del licor de una yatebo.
Qué pena y qué dolor tendría el taura
que nunca había arrugado en su infinito
pateando sus problemas, de taquito,
pero ahora, lagrimeaba como un maula.
Dentró en el kiosco, frente al cementerio
a comprar unas flores, qué inaudito…
luego salió, apretando aquel ramito
y encaró pa’ su esquina, triste y serio.
Llegado al rioba, saludó a los atorrantes
que lo palmiaban, le tocaban la mejilla
y en silencio le ponían una silla…
y endemientras le hacían el aguante.
El misho se sentó, miró al matungo…
y suavemente acomodó las flores,
resumiendo así todos sus amores
al que pateara con él, por este mundo.
Y luego apareció, del Municipio
el carro gris, para la última morada
vistiendo también gris, a la barriada,
y en la llovizna se alejaba por el ripio…
1 comentario:
Grande, tordo. Es una agradable sorpresa dar con sitios como los dos suyos.
Nos estamos viendo.
José Luis Agromayor
pachi.2006@gmail.com
http://escritossudacas.blogspot.com
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